Juan Maíllo Gutiérrez fue un industrial natural de Lucena que se trasladó a Alcalá la Real hacia 1920, residiendo primero en Santa Ana y después en la calle Álamos de Alcalá la Real.
Tras el golpe del 18 de julio del 36 y la situación revolucionaria que se desató a partir de entonces, la actitud de Juan parece que fue de prudencia y de no entrometerse en asuntos políticos. Sin embargo, su decisión de huir de Alcalá la Real aquel 30 de septiembre a la entrada de las tropas franquistas sublevadas en la ciudad, le trajo al término de la guerra algunos problemas pues levantó las sospechas de las autoridades franquistas.
Durante los tres años de guerra, Juan estuvo en Jaén y luego en Jódar, donde tras vivir un tiempo de los ahorros sí que parece que tuvo que desempeñar algún tipo de trabajo para sobrevivir.
Tras la guerra regresó a Alcalá, ciudad que vivía en aquellos inicios de la Dictadura una oleada represiva sin precedentes que se llevó la vida de cientos de personas vinculadas a partidos y sindicatos de izquierda en lo que fue a todos luces un intento por parte del Nuevo Estado de depurar responsabilidades y hacer una limpieza de lo que llamaban «antiEspaña» (republicanos, ateos, socialistas, comunistas, anarquistas).
En efecto, ante la mera sospecha de haber mostrado resistencia o pasividad al «Glorioso Alzamiento Nacional», la justicia militar franquista era implacable. Fue por ello que a Juan Maillo también se le abrió una causa judicial para determinar su animadversión o no al golpe militar.
En su caso, no llegó a estar preso sino en libertad provisional, y tras meses de informes y testimonios (algunos derechistas locales como Bartolomé Laguna Montañés, Cayetano Montañés Ríos o Juan Muñoz Jiménez refirieron al encartado como apolítico y más bien simpatizante de los partidos de orden), el juez militar José Torres Puentes y luego el gobernador militar de Jaén, decretaron el sobreseímiento del caso al no hayar vinculación con las izquierdas del procesado, quien por otro lado se defendió arguyendo que su marcha de Alcalá tuvo que ver con el intento de recuperar un camión que los «rojos» le habían requisado y de reencontrarse con su familia.
Aunque la cosa no fue a más, esta historia demuestra la naturaleza represiva y excluyente de la Dictadura para con toda aquella parte de la población que reprobaba o no simpatizaba activamente con sus principios autoritarios.
Ni que decir tiene que el terrorismo de Estado franquista actuó con gran violencia contra todos los paisanos que defendieron los logros sociales reconocidos por la Segunda República o que abrazaron ideas revolucionarias que otorgaran de forma inmediata la emancipación e igualdad a la clase trabajadora, esa que durante siglos había sido explotada de sol a sol bajo las condiciones laborales impuestas por la patronal agraria e industrial.
Estas lecciones de historia deberían ayudarnos a interpretar mejor fenómenos actuales y así comprobar que, allá donde haya una carencia de equidad y justicia social, difícilmente habrá paz social.
También para dejar en evidencia como una tendencia natural del capitalismo a lo largo de su historia es la de apoyar soluciones autoritarias que implican la pérdida de libertades en contextos en los que las clases trabajadoras y más desfavorecidas toman conciencia de sí mismas y arrancan a los gobiernos y a la patronal medidas que pueden perjudicar los beneficios del capital.