Como en otras guerras y dictaduras, hubo también en España numerosas manifestaciones de violencia sexual, de ataques materiales y simbólicos que, más allá de episodios salvajes de violencia y asesinato, buscaba por parte de sus autores la humillación, degradación y deshonra.
La purga con aceite de ricino, utilizada como forma extendida de escarmiento en la Italia fascista, y sobre todo el rapado de pelo fueron las más frecuentes. El rapado a mujeres comenzó a extenderse desde el verano de 1936, continuó durante la guerra, hasta finales de los años 40.
Sus responsables y ejecutores fueron grupos armados paramilitares, sobre todo falangistas, y después guardias civiles. Tras el rapado, se las paseaba por las calles, en medio de las risas de falangistas y derechistas. La ingesta obligada de aceite de ricino finalizaba el ritual.