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La humillación y domesticación de los vencidos después de la guerra civil

Como se ha dicho en otras muchas publicaciones, el 1 de abril de 1939 no supuso realmente el final de la guerra, pues a partir de esa fecha hubo durante más de una década una fuerte resistencia localizada en distintos puntos de la geografía peninsular y una represión de la Dictadura que se extendió a modo de estados de guerra y de excepción durante ese tiempo.

El deseo de aniquilar al pujante Movimiento obrero que había alcanzado grandes cuotas de poder durante las décadas previas, llevó al régimen militar a la prolongación de las actividades represivas con ese fin.

Uno de los vecinos de la Sierra Sur Jaén que hemos encontrado en las listas de represaliados fue el santanero Aniceto Arenas Cuenca, afiliado a la UGT y destacado socialista en su aldea durante los primeros meses que siguieron al golpe militar del 18 de julio. Aunque sus actuaciones se limitaron a hacer guardias en domicilios como el del terrateniente faccioso local José Sánchez Peinado, más tarde asesinado en los Llanos el 16 de agosto de 1936, la vengativa derecha de Santa Ana trató de atribuirle otros delitos como la quema de la Iglesia de la pedanía e incluso la participación en el asesinato mencionado.

Afortunadamente para el encausado, inmediatemente detenido por el Servicio local de Falange en mayo de 1939 tras ser denunciado por su convecino Simón Aguilera Cano, tras más de 1000 días de prisión preventiva y un juicio militar carente de los más elementales derechos humanos y repleto de irregularidades (como todos los demás), el Consejo de Guerra habido lugar en 1942 en Jaén «solo» le condenó a 30 años de reclusión por un supuesto delito de rebelión militar.

Evitó la muerte gracias a que el jurado no consideró las gravísimas acusaciones sin pruebas reales de vecinos como José Sánchez Sánchez o Domingo López Barrios que le involucraban en crímenes de sangre.
Tras la sentencia, aprobado sin que el reo pudiera elegir un defensor o nombrar testimonios que pudieran declarar sobre los hechos, Aniceto pasó un tiempo preso en Talavera de la Reina, siendo indultado en 1946 en virtud de los Decretos del 9 de noviembre de 1945 aprobados por una Dictadura que buscaba moderarse de cara a la nueva coyuntura internacional tras el colapso de los nazis.

En la imagen adjunta se observa como en el momento de la resolución del indulto, Aniceto vivía en las «Viviendas Protegidas Francisco Franco» de la capital jiennense, sin duda una de las estrategias de la Dictadura de desactivar por completo el Movimiento Obrero que tantos quebraderos de cabeza había dado a la patronal agraria e industrial años atrás. Apartar del poder y de los centro de decisión a las clases más combativas y desfavorecidas en aras de preservar un régimen tradicionalista donde el poder residiese en las clases altas fue una prioridad de la Dictadura para conseguir el orden social a través de la represión y de su programa de obras sociales.

Ese «consenso» hizo sobre todo en los años 50 y 60 que nuevas generaciones de clases sociales muy heterogéneas y más distanciadas de la experiencia sufrida en la Guerra Civil se adhirieran a los postulados autoritarios de la España de Franco.

¿Tiene algo que ver con la profunda nostalgia que parte de la sociedad española que sigue dulcificando la Dictadura y la figura de Franco tiene en la actualidad?

No podemos olvidar, sea como sea, que durante 40 años se impuso un régimen de terror caracterizado por la ausencia de libertades y por el asesinato y tortura de la disidencia.